viernes, 14 de septiembre de 2012

ADIÓS A LA REINA

http://www.ascodepoliticos.com/?p=292 Tiempo de revoluciones necesarias, aunque tengamos que abandonar el sofá (ARTICULO) Publicado el 14/09/2012 por Experto articulista 1 El saber no ocupa lugar, aunque adquirirlo lleva su tiempo. Es algo que siempre he tenido muy claro en la vida, y por eso aprovecho cualquier oportunidad o coyuntura para seguir aprendiendo. Y como he hecho durante toda mi vida, aprendo en lo que leo y aprendo en y de lo que veo. Aunque ya no frecuento el cine, que ha sido una de mis grandes pasiones, sigo viendo muchas películas. En todas, incluso en las malas de solemnidad, a las que no hago ascos, aprendo algo. Una de las últimas que he visto es la que lleva por título en español “Adiós a la reina”, ambientada en fechas muy cercanas al estallido de la revolución francesa (1789), una de las últimas grandes revoluciones antes de los grandes timos de los siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI. Una revolución a la que tantas conquistas en derechos humanos, sociales y hasta laborales le deben los trabajadores . Ya saben, aquella de la liberté (ahora sólo se ha quedado en liberté de los mercados para mangonear a su antojo), la egalité (que ahora se ha quedado en la estrafalaria @ para amalgamar los sexos), y la fraternité (que ya nadie sabe lo que es aparte del nombre de una compañía de seguros). “Adiós a la reina”, centrada en el personaje de la reina consorte de Luis XVI, María Antonieta, me llevó a ver también la película titulada precisamente así, “María Antonieta”, obra de Sofía Coppola, mucho más depurada y preciosista que la anterior. Me gustaron las dos y se las recomiendo, muy especialmente a Rajoy I el Recortador y a su afanosa troupe de recortadores y recortadoras peperos y peperas. Pues bien, al margen de aspectos artísticos, técnicos, estéticos o cinematográficos, dos frases escuchadas en esas películas me han impactado bastante. Ambas puestas en boca de personajes pertenecientes a la nobleza, que veían la que se les venía encima ante la inminencia de la revolución, que ellos mismos habían propiciado con su temerario puteo sistemático del pueblo llano, poco más o menos, mutatis mutandis, como lo que está ocurriendo ahora mismo. Es evidente, y si no que se lo pregunten a Ortega, o a Gasset, que uno hace todo lo que hace en un contexto social y personal determinado, es decir, en función de unas circunstancias; y en mi caso, como en el de ustedes, lo quieran o no, el contexto, las circunstancias, está monopolizado por la gran crisis-estafa con la que unos pocos privilegiados sin escrúpulos siguen jugando a acentuar en beneficio propio la miseria de la inmensa mayoría del pueblo español, ese pueblo español al que Rajoy I el Recortador dice seguir viendo caracterizado por “la sensatez, el sentido común y la coherencia”, tres virtudes que si adornan al pueblo español, también es verdad que no lo adornan precisamente a él, aunque español sea. Pero voy a las frases, que no quiero ser diletante, tardón o demagógico (adjetivo que algunos políticos aplican a diestro y siniestro y que le aplican sobre todo desde el P.P. –con notoria injusteza- al concejal centrista ciezano José Luis Vergara Jiménez un día sí y otro también). La primera de las frases es magnífica…y terrorífica. Dice así: “el pueblo es un material inflamable”. En 1789 el material acabó por inflamarse y aunque la revolución se cargó de razón, razones y contenido y fue mucho más benevolente con los verdugos del pueblo de lo que esos verdugos lo habían sido con él, es un hecho evidente que rodaron muchas cabezas y nobiliarios entorchados, segados limpiamente por la bien afilada hoja de Madame Guillotine. Muchas de esas cabezas fueron de aquellas a las que hacía referencia la segunda de las frases que me llamaron la atención en la película, una frase que iba referida a una lista que los revolucionarios de 1789 habían hecho circular por París con las “286 cabezas que había que cortar para hacer las grandes reformas que la patria exigía”. Reformas que Luis XVI, María Antonieta o Rajoy no habían sido capaces de hacer, porque no sabían, porque no podían o porque no querían, pero que el pueblo indignado y harto sí que fue capaz de aplicar, cortando, ¡y vaya que cortó!, por lo sano, para eliminar lo podrido. Aquello sí que fueron reformas a lo bestia, y no esto que nos vende ahora Don Mariano, que sólo es tomadura de pelo, estafa mayúscula y engorde indecente de los ricos a costa de la miseria creciente de los pobres, unos pobres (que este discurso ya no es antiguo, porque los ricos han vuelto a actualizarlo) que son discretos y se vuelven invisibles, es decir, que con demasiada frecuencia otros los multiplican por cero, o lo intentan. Pero que están ahí y están creciendo. Insisto en lo que ya escribía hace más de diez años, cuando supuestamente aún no había crisis. No hay que viajar hasta África o hasta Sudamerica o hasta el Extremo Oriente para verle la cara a la miseria, porque la miseria está ya a la vuelta de la esquina más inmediata de cada uno, si es que no está incluso asomando el torvo rostro en la propia casa de cada uno. En España, a la que la canciller del IV Reich viene como a “casa tomada”, a supervisar con su dirigente marioneta local –cabeza visible de un gobierno colaboracionista a lo Pétain- las diferentes vueltas de tuerca que se aplican a los más débiles de una sociedad cada vez más esclavizada (en Grecia –otro territorio tomado por el IV Reich- ya quieren que la gente trabaje 13 horas diarias, suprimiendo fiestas, reduciendo vacaciones, rebajando sueldos y pensiones). Son –dicen ellos, pero saben que es mentira- reformas para el empleo, cuando en Grecia sólo han conseguido que se pase de un 10% a más de un 20% de paro en apenas dos años. Pues bien, los españoles y las españolas deberían aprestarse a estas alturas de la gigantesca putada que les están haciendo a los pobres los dueños de los fondos de inversión y los burócratas bien pagados del F.M.I, el B.C.E. y la Comisión Europea (además de algunos gobiernos europeos instalados en el egoísmo y la insolidaridad), deberían aprestarse- decía- a organizar, como antaño frente al III Reich, la resistencia activa frente al gobierno colaboracionista del Pétain-patán español sumiso ante los dictados del IV Reich dirigido por la hitleresa Ángela Merkel. Un gobierno colaboracionista incompetente (no sólo no resuelve problemas, sino que los agrava o genera otros), improductivo (a la vista está la ausencia de cualquier resultado positivo en 9 meses) y pusilánime (se arruga fácilmente ante otros poderes. No resisto la tentación: “Allons enfants de la patrie/le jour de gloire est arrivé”… Marchemos, hijos de la patria/ Que ha llegado el día de la gloria. ¡ A las armas, ciudadanos! 
¡ Formad vuestros batallones! 
Marchemos, marchemos,/ 
Que una sangre impura/ 
Empape nuestros surcos. /¿Qué pretende esa horda de esclavos,/De traidores, de reyes conjurados? /¿Para quién son esas innobles trabas y esas cadenas / Tiempo ha preparadas? (bis)… Es a nosotros a quienes pretenden sumir /De nuevo en la antigua esclavitud./ ¡Y qué ! Sufriremos que esas tropas extranjeras / 
Dicten la ley en nuestros hogares, 
/ 
¡ Gran Dios ! Encadenadas nuestras manos,/ 
Tendríamos que doblegar las frentes bajo el yugo! /
Los dueños de nuestro destino/ 
No serían más que unos viles déspotas. /¡ Temblad ! tiranos, y también vosotros, pérfidos,/ 
Oprobio de todos los partidos! /
¡ Temblad ! Vuestros parricidas proyectos 
Van al fin a recibir su castigo. (bis). / 
¡ Amor sagrado de la patria, /
Conduce y sostén nuestros brazos 
vengadores ! /
¡ Libertad, libertad querida, /
Pelea con tus defensores (bis) / 
¡ Que la victoria acuda bajo tus banderas / 
Al oír tus varoniles acentos ! / ¡Que tus enemigos moribundos / 
Vean tu triunfo y nuestra gloria ! 
 Están poniendo la simiente explosiva de la madre de todas las revoluciones. ¡Qué!. ¿Les parece excesivo?. Pues esperen a que el tonto solemne de Rajoy pida el rescate completo.

miércoles, 30 de mayo de 2012

PITADA GENERAL

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/05/28/catalunya/1338234799_424937.html La pitada general política Enric Company 28 MAY 2012 - 21:53 CET98 Desde luego, lo que no falta son motivos para una pitada general política. Un escueto repaso de la actualidad de las últimas semanas basta para dibujar el escenario que la provoca, la reclama. La máxima autoridad judicial del país, Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, ha sido pillado con las manos en la masa pagándose largos fines de semana de lujo en Marbella con el dinero de todos; el rey Juan Carlos ha sido descubierto cazando elefantes en Àfrica en el mismo momento en que el Reino de España estaba en grave riesgo de quiebra financiera; el ministro de Economía, Luis de Guindos, ha sentenciado que el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el regulador del sistema bancario español, se equivocó nada menos que en la forma de afrontar la crisis financiera; mientras garantiza 23.500 millones de euros de dinero público para resolver la quiebra de Bankia, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se niega a que se abra una investigación parlamentaria sobre el enorme pufo financiero de la entidad que dirigía Rodrigo Rato, aquel mago de la economía de los Gobiernos del PP en la etapa de José María Aznar. Es difícil dar con una mejor demostración de la concepción patrimonial que tiene la derecha del Estado. O controla las instituciones o las desprestigia lo que haga falta. De forma simultánea, Rajoy y el líder de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, se disponen, dicen, a acordar la renovación de una serie de instituciones centrales del Estado que llevan años bloqueadas. Se trata del Tribunal Constitucional, el Tribunal del Cuentas del Reino, el Defensor del Pueblo y el Consejo de Administración de RTVE. Este bloqueo es una de las más ilustrativas muestras de la profunda deslealtad de la derecha para con la sociedad española. Cuando está en la oposición, el PP desvirtúa la exigencia legal de mayoría parlamentaria cualificada para renovar estas instituciones, tres quintos, dos tercios del Congreso, etcétera, según el caso, y se constituye en minoría de bloqueo. O se renueva con candidatos conservadores o no se renueva. Y así hasta que vuelve a haber una mayoría parlamentaria y un Gobierno conservador, como ahora. Parece difícil encontrar una mejor demostración de la concepción patrimonial del Estado que anima a la derecha. O controla las instituciones centrales del Estado o está dispuesto a desprestigiarlas lo que haga falta. Es lo que ha hecho en casos tan delicados como el del Tribunal Constitucional, cuya renovación parcial congeló hace cuatro años para mantener una mayoría contraria al Estatuto de Autonomía de Cataluña. Es lo que esta haciendo ahora, al echar fango sobre el Banco de España, justo en el momento en el que estalla la fusión bancaria surgida de las grandes cajas de ahorros controladas por Gobiernos regionales del PP, las de Valencia y Madrid. Es también lo que acaba de hacer al cambiar la ley que rige los nombramientos del consejo de RTVE, para hacerlo depender directamente del Gobierno y no del Parlamento. Pero por muy difícil que parezca, aún hay mayores muestras de esta concepción patrimonial del Estado que caracteriza al PP. La burbuja inmobiliaria fue causa y consecuencia a la vez de una borrachera de poder y dinero que ha extendido como mancha de aceite la cultura de la impunidad en el disfrute del Estado como fuente de beneficio económico personal, tanto da si legal o no. No es por azar que la red Gürtel de financiación irregular del PP y sus múltiples derivaciones surgiera de la Comunidad de Madrid y derivara a la de Valencia. Tampoco lo es que haya sido en las Islas Baleares gobernadas por el PP donde estas concepciones salpicaran incluso al yerno del Rey. Política y dinero, juntos y revueltos. Claro que hay motivos para una pitada general política como la del sábado en el estadio Calderón de Madrid. Ahí están Bankia y Dívar. El Tribunal Constitucional ya deshizo el Estatuto catalán, como quería el PP. El Gobierno ya ha retomado el control de RTVE. Francisco Camps ya fue absuelto. Las relaciones laborales ya han sido desreguladas. La sanidad pública ya da menos. La enseñanza ya cuesta más. Los sueldos ya son más bajos, y los precios, más altos. Las pensiones ya están congeladas. ¿Cómo no va a haber pitada general? Si hubiera un plan para la deslegitimación del Estado, no podría ser mejor. Lo extraño es que solo haya una pitada general.

domingo, 6 de mayo de 2012